Esta curiosa danza tiene elementos espiritistas. Sus antecedentes se remontan a los tiempos en que buena parte de la humanidad, inerme y en lucha, atribuía espíritu y sensibilidad a los animales, a los vegetales, a los elementos y a muchas otras cosas. Directa o indirectamente, de ese animado mundo circundante dependían sus posibilidades de subsistir y le rendían ingenuo culto. Los espíritus moraban también en los árboles. La creencia en que el árbol tiene calma y, por lo tanto, sensibilidad, es en Europa y Asia anterior a las civilizaciones históricas, y precolombinas en América (Sir J.G. Frazer, La Rama Dorada. Magia y Religión, México).
Un escritor boliviano, M. Paredes, reconoce esta creencia en Africa, Carlos Vega en Sudamérica y Orlando Roberts en su viaje a nuestra Costa Atlántica. 1982, menciona lo mismo. Los árabes han pintado el árbol de la fecundidad en varias mezquitas de Irán, según el Ing. Jean Paul Thoret, quien estuvo en Nicaragua hace varios años. La Biblia, recoge también esta idea de la reverencia hacia el árbol, símbolo de la eternidad, en el libro de Génesis capítulos dos y tres. En tiempos pasados, esta fiesta recalcaba la igualdad de todos ante la naturaleza. Los romanos, que legaron estas costumbres a Europa, celebraban su Floralía o juegos florales el 28 de abril. En Inglaterra toda la corte inglesa salía a coger flores, en los tiempos de Chaucer y de Enrique VIII. En Francia se hacía esto desde antes del siglo XIII
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